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miércoles, 20 de julio de 2011

::LICHI::


      Eliseo Alberto Diego, para su amigos simplemente Lichi, conversa como si estuviera escribiendo, narra las historias más cotidianas como si hiciera literatura. Recuerdo algunas tardes en su casa del Vedado y él contándonos esas anécdotas que no podíamos precisar si eran totalmente inventadas o tenían algún miligramo de realidad. Porque a este grandulón de risa amplia le encanta narrar y narrar. Sus conocidos nos hemos convertido así en las “orejas” receptivas donde él ha probado la ficción que después llevaría a las páginas de sus libros. Nos erigimos, para nuestro infinito placer, en seres sobre los que testear y practicar –una y otra vez– su obra.
De ahí que cuando el gran fabulador de Lichi nos dijo que necesitaba un transplante de riñón, lo primero que pensamos es que se trataba de otro de sus trucos poéticos. Él ya era para ese entonces medio cubano y medio mexicano, medio poeta y medio novelista y ahora –sospechábamos– quería alardear de estar compuesto por la materia orgánica de varias personas. Parecía, vista con suspicacia, la más acabada de sus invenciones. Pero no, no hablaba de un personaje al estilo de los descritos en “Esther en alguna parte” o en “La eternidad por fin comienza un lunes”, sino de sí mismo. Su cuerpo estaba escribiendo, por él la más dramática de sus historias.
Recuerdo que mi esposo Reinaldo le ofreció uno de sus riñones, pero Lichi no quiso creerle o no se permitió dejar al amigo de tantas batallas sin uno de esos órganos. Anoche, nos llegó la noticia de que su cuerpo alberga ahora un fragmento de una adolescente mexicana que murió en un accidente. La solidaridad de una familia, la espera –a veces no tan paciente– del hijo del gran Eliseo y los deseos de sus amigos, se han combinado para empezar a darle un final feliz a esta aventura. Ahora, cuando nos vuelva a embelesar con sus cuentos, irremediablemente tendremos que creerle un poco más. Porque Lichi, el hábil cuentero de nuestras tardes habaneras, ha estado muy cerca de una experiencia que sólo él nos puede narrar.

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